A. Schulten (RE
IV A, 2403) la consideraba de situación desconocida. Y se ha colocado en
Larraga, junto al Arga (Ceán, 1832: 149 y K. Müller, 191a), y con dudas
en Tárrega de Lérida (por A. Tovar, 1989: C‑520), ambas localizaciones
muy improbables. La primera por su lejanía de Seglam/Segia,
la ciudad de referencia fija en la ubicación de Teracha en el
Ravenate, y la segunda por la misma causa y porque no es vascona. Más
recientemente se ha llevado a Los Bañales de Uncastillo (Z.) (Peréx,
1986: 228).
No sabemos si esta ciudad sería o no la federada del convento
cesaraugustano que cita Plinio en III, 3, 24, con las variantes
manuscritas tarracenses/tarragenses, pero es posible.
Desde mi
forma de analizar el territorio ptolemaico, Tarraga resulta ser
la ciudad más oriental de los vascones, al NE de Segia y
Alauona. Como he mostrado al tratar más arriba del límite oriental
vascón en relación con el culto del toro, ésta sería Farasdués. A este
propósito, es muy significativo recordar que en el repertorio de caminos
de Pedro Juan Villuga (1546/1967: s.p.), del siglo XVI, así como el de
A. de Meneses (1576/1976: «XXXI», s.v.), la ruta que siguen desde
Pamplona hacia Monzón de Huesca es: Tievas ‑Artederreta («Arte de
Reta»)-Barásoain(«Varasunay»)-Tafalla‑Olite‑Beyre‑Murillo (Morielo)- Carcastillo‑Sádaba‑Biota-Farasdués‑Erla,
en el límite vascón (cf. supra), llegando ya al río Gállego por
«Marcos»/Marracos. De esta ruta, que pasaría también por Luna, hoy no se
conserva ninguna carretera moderna, siquiera secundaría, en los mapas
corrientes, como tampoco del tramo Erla/Marcos (Marracos). Y, sin
embargo, estaba en uso en el siglo XVI y parece que pudiera
corresponder a la más antigua y más corta hacia Caesaraugusta,
al menos hasta Layana‑Sádaba precisamente.
Por ello, y
porque en Farasdués no hay indicios significativos de ciudad, al menos
por el momento,
debemos preferir el amplio conjunto Layana-Sádaba, debido a que está al
pie de la via Augusta y entre Seglam/Segia y
Carta/Cara, tal como ubica Teracha el Ravenate. Le
conviene también lo antes dicho a propósito de la vía Santacara‑Erla, y
se cuentan además un miliario en cada término. El tramo Sora de Ejea‑Ejea‑Sádaba‑Castiliscar
se comprende expre-samente mediante cinco miliarios, tres augusteos y
dos tiberianos (Lostal Pros, 1992: 241243), que muestran que ésta fue
la ruta que ambos emperadores consideraron de interés para el acceso, a
través de Cara (con otros dos miliarios más de Tiberio), hacia Pamplona,
Oiarso y Aquitania‑Burdeos, tal como indica Estrabón, de ahí la
propiedad del término de via Augusta, que ya usó Lostal. Por lo
tanto, hemos de contar con un núcleo urbano prontamente desarrollado,
que se demuestra a través de distintos e interesantes hallazgos
arqueológicos (Peréx, ibid., sumando los de Los Bañales). Tampoco
se cuenta con material epigráfico significativo a efectos de su
denominación. Predominan en su territorio, como en el de Farasdués, los
amplios pastos y las numerosas vacadas.
No obstante, en la fig. 12, en la que traslado la propuesta previa de la
fig. 9 tal como queda después de todas estas reducciones, dejo sugerida
con líneas discontinuas una «segunda hipótesis» para este quinto
conjunto, que llevaría Ergavica y Tarraga a Arguedas y
Farasdués respectivamente. Pero, como dije bajo el número anterior,
aunque resulta más parecida a la de Ptolomeo (fig. 9), tiene menos
posibilidades de confirmarse, debido a la bastante precisa ubicación que
da el Ravenate para su Erguti.
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Magallón,
1987: 151, 153, también con las referencias; duda entre Los Bañales y Larraga.
La
única diferencia entre ellos, aparte de las ortográficas, es que Villuga
omite el paso (obligado) por Biota, antes de Farasdués.
No se conoce muy bien la zona a partir de Sádaba‑Farasdués (a excepción
del hallazgo de las aras taurobólicas del Corral Viejo de Moncho y algún
otro) ni ha aparecido, hasta donde sé, ningún miliario de este tramo
concreto. Lostal Pros (1980: 65) menciona sólo un yacimiento, próximo a
la ermita de San Jorge, que parece de una villa, con crono-logía de los
siglos I-II d.C. De ahí que sea más difícil postular aquí una ciudad.
Cf. Arqueología, 1992: 228, para el yacimiento del Cantal de
la Higuera. El término «cantal» vuelve a referirse a un límite.
Madoz, 1849: t. IV, p. 23. s.v. «Bárdenas de Sádaba», señala en
ellas «abundantes pastos para numerosos rebaños de ganado lanar, y
grandes vacadas que dan muy buenos toros para las plazas... esparto y
arbustos... » (cf. supra. parte I).
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